¿Sabemos escuchar?
Para las personas, ser escuchadas significa "ser", porque así
tenemos la experiencia de ser tenido en cuenta, de ser aceptados tal como
somos, de ser respetados y queridos y eso nos mueve a vivir siendo nosotros
mismos.
En la vida cotidiana nos podemos encontrar con dos formas distintas de
escucha:
- La escucha pasiva,
que se caracteriza por una actitud de indiferencia. Se aparenta escuchar, pero
realmente no hay una intención de hacerlo. Supone un menosprecio hacia la
persona que habla, "me oye, pero no me escucha".
- En esta escucha pasiva, la
comunicación es pobre y genera muy poco bienestar a los interlocutores, pues el
sentimiento que acaba imponiéndose en el que habla es de frustración e
insatisfacción, al tiempo que el que escucha transmite desinterés.
- La escucha activa
o emocional que podríamos definir como un "silencio cálido" permite a
la persona mostrarse tal cual es, abrirse y mostrar sus sentimientos,
pensamientos, etc. La escucha activa nos permite centrarnos en lo que nos
comunica la otra persona, tanto en el contenido como en los sentimientos y
necesidades que expresa. Esta actitud permite que la comunicación sea realmente
eficaz y es imprescindible para conocer a nuestros hijos. Además, la sensación
de sentirse escuchados aumenta la probabilidad de que se comuniquen más.
RECOMENDACIONES PARA ESCUCHAR, Fomentando una
excelente comunicación en la familia
- Buscar el momento adecuado
- Evitar hacer juicios a priori.
- Empezar a practicar esta habilidad con temas
no conflictivos.
- Contextualizar lo que se escucha en el
momento evolutivo del hijo.
- Mirar a los ojos.
- Realizar gestos de asentimiento.
- Comprobar que estamos entendiendo (hacer
preguntas aclaratorias).
- Resumir con nuestras palabras lo que el hijo
nos narra.
- Identificar el sentimiento que hay detrás de
lo que habla.